YIYÚ FINKÉ

yiyú

20


MAY

01


JUL

Horarios
Miércoles a viernes de 14-18 hs

Paola Vega
©2023

Sus padres la llamaron Yiyú, que es una palabra del guaraní, y significa ¨agua chica, agua grande¨, y si bien no los dejaron anotarla con ese nombre, nunca dejaron de nombrarla así. Su apellido, Finke, significa, ¨pájaro que canta¨. Yiyú Finke es una artista de una extensa trayectoria, de esas trayectorias de años de trabajo profundo y por momentos silencioso. Oriunda de Aristóbulo del Valle, Misiones, decide estudiar la Licenciatura en Arte en la Unam, Oberà, y luego un Master en Granada, España. Desde el 2006 hasta el 2012 se muda a Buenos Aires, y posteriormente vuelve a Misiones donde elige quedarse hasta la actualidad. La mudanza a Capital Federal fue tanto para trabajar en su obra, como para acompañar a sus hijos en su etapa universitaria. Sumamente activa, no duda en tomar clases con diferentes artistas tales como: Luis Wells, Pablo Siquier, Mónica Girón, Sergio Bazán, y más. Se generó su propia academia de arte contemporáneo. Y no sólo estudia y se nutre, sino que, generosa, gestiona desde 1982, una cantidad innumerable de proyectos que involucran a otros artistas. Su taller ha sido un espacio de múltiples actividades culturales, y tan sólo son dieciséis escalones los que separan al mismo, de su bar Hormiga, donde prepara tragos y brebajes. Alquimista de colores y emociones, de sensaciones, de gustos, me explica que el origen de los tragos alcohólicos es la búsqueda de la cura para alguna enfermedad o del apaciguamiento del dolor en otros casos. Es que hay algo de eso en Yiyú, de sanadora, de maestra, de sabia.

En el 2020, el año en que una pandemia atravesó al mundo, y tuvimos que permanecer encerrados durante un tiempo largo, Yiyú se refugió en su arte para seguir respirando. Si no se podía ir a ningún lado, si la calle era un desierto, si la cosa estaba cada vez más complicada, ¨entonces, teléfono, compu y tele, y me quedé a vivir en el taller, arriba del bar¨, y aún hoy vive allí, me comenta que casi no va a su departamento. Supo que lo mejor que podía hacer era trabajar, y trabajar, concentrarse en ese mundo maravilloso que brinda la superficie de la tela. Fiel a su personalidad, siguió compartiendo y comunicándose, así que participó de un taller virtual de pintura con el pintor Andrés Waissman, con quien también compartía el amor por la cocina, y en donde se sintió acompañada e incentivada a pintar. En una mesa pequeña del taller, hacía obras chicas, luego, iba hacia la izquierda, atravesaba una puerta, pasaba a otro cuarto donde pintaba en lienzos de gran formato y hacía esculturas. Luego participa del taller de escritura de la pintora Silvia Gurfein, donde destaca ¨que fue fantástico, de una sensibilidad maravillosa, de recursos a mano, de interiorizar el trabajo¨. Y finalmente, el tridente se completa con una nueva amistad vía facebook: Gumier Maier, artista, curador, gestor, chamán, amigo, mago y tantas cosas más, entre ellas, un conocimiento profundo sobre las plantas, y así fue que comenzaron a intercambiar mensajes por las fotos que ambos publicaban de sus jardines. Gumier fue un gran interlocutor para Yiyú. Se sintió amada. La mirada sensible y sagaz de Gumi hizo que ella pueda ver lo magnífico en detalles en apariencia sencillos, como un tallo, una hoja, un color, un recoveco. Ya decía él en Los Avatares del arte, que “el arte, lo sagrado, se escurre de las pretensiones, adolece de fugacidad, se instala donde no se lo nombra”. Yiyú lo entendió todo.

En su última serie de pinturas, los fondos son planos de color: negro, rojo, rosa, blanco. Sobre esos planos, pinceladas se deslizan suaves, sutiles, fluyen libremente por el lienzo. Recorrerlas genera un placer que cuesta poner en palabras. El ojo va y viene en ese tobogán de sentidos. Se forma una flor, un florero, un fragmento de hoja, todas excusas para que el pincel se siga deslizando y cree algo, un pétalo, tres líneas, una mancha. Yiyú tiene la capacidad de captar ese instante mágico y feliz que se nos escurre entre los dedos, que queda en nuestras retinas, en un aroma, en un recuerdo. La vida es misteriosa, la pintura también.

En cada marca que deja la pintora sobre el cuadro, están todos los años de sus búsquedas, de trabajo, de investigación, del compartir, del hacer, del camino recorrido, de la vida vivida en cada instante, es imposible, sino, lograr semejante síntesis perfecta que emociona cuando se la ve.

Yiyú nos regala un poco de ese ritmo misionero, con el aire espeso por la humedad que conlleva a otro tiempo, uno relacionado con la contemplación, con el despertar de los sentidos, con los tonos brillantes de la naturaleza, con los sonidos de los pájaros, con la tonada dulce de quien comparte un mate amigo. En un camino amplio de tierra roja, ella nos recibe.

Gracias

OBRAS

PRENSA

Día: Miercoles 31 de mayo de 2023.
Medio: Ámbito financiero

Yiyú Finke: cuando el objeto de la pintura es el acto mismo de pintar La original artista misionera inauguró su primera muestra individual porteña en la galería Alberto Sendrós, con el color como protagonista.

Heredera de la tradición española del óleo y de los "mac-chiaioli" italianos, la Argentina es tierra de buenos pintores. La galería Alberto Sendrós brinda en estos días, una prueba de la vigencia de esta larga tradición con la exposición de Yiyú Finke (1960), artista misionera radicada en Posadas. El montaje de la muestra es llamativo, en la gran sala hay seis grandes telas de dos metros por dos sobre seis caballetes. La diferencia entre la clásica disposición de una pintura colgada en la pared o, como en este caso, ubicada en el lugar donde trabaja habitualmente la artista, es la distancia que separa una obra que, simplemente, está allí para ser contemplada, de otra que está en plena ejecución y remite al acto de pintar. Así, esta vez, lo que importa no es sólo el cuadro, interesa más que nada lo que ocurrió frente a la tela.

Yiyú Finke disfruta de su primera muestra individual en Buenos Aires y cuenta que el mayor trabajo lo dedica a los colores profundos de los fondos de sus cuadros. Sobre esa superficie generalmente uniforme y perfecta, pinta los motivos, unos floreros que no son exactamente idénticos, pero que tampoco se diferencian demasiado. Todos contienen un ramo de flores. Sendrós fue a Misiones a conocer la obra de la artista y cuenta que pinta algo imposible, que las flores que parece un bouquet, son cachos de banana en realidad, con sus hojas y sus flores. El verdadero tema de toda la obra es la pintura. Las imágenes más que hablar sobre la naturaleza o la realidad que representan, comunican al espectador con la sensibilidad y el sistema nervioso de la artista, invitan a imaginar el acto de pintar.

Una pregunta frecuente, que suelen formularse los propios autores frente a sus obras, es: ¿cuándo está acabada? ¿Cuál es la pincelada final? Alberto Sendrós sostiene que las pinturas de "Yiyú", así se llama la artista y también la muestra, ostentan diversos estados de un acabado final. La exposición comienza con una pintura blanca donde se perciben algunas chorreaduras. El motivo, un florero gris con unas ramas y flores, revela la velocidad de las pinceladas rápidas y, unas pocas, con color celeste.

La pintura parece estar húmeda todavía y se advierte que fluye voluptuosa.

Yiyú Finke despliega en unos pocos cuadros muy semejantes, sus conocimientos sobre la pintura en sí misma, como materia. Hay una pintura del 2019 llamada "Noche", cuyo fondo es negro y para el jarrón y el ramo (el cacho de banana) blanco, la artista utilizó acrílico casi sin diluir y lo raspó con un cepillo, logrando así la transparencia del vidrio y el efecto de una pintura ejecutada en pocos minutos con mano diestra. El texto de la pintora Paola Vega que acompaña la exhibición, cuenta la extensa trayectoria de Finke, desde sus primeros estudios en su Misiones natal, la licenciatura en Arte de la UNAM y un master en Granada, hasta la intensa y enriquecedora amistad con Jorge Gumier Maier, pasando entretanto por los talleres de Pablo Siquier, Mónica Girón, Silvia Gurfein y Luis Wells, entre otros.

"Yiyú lo entendió todo", concluye Vega. Y describe su última serie de pinturas sobre planos de color, ro-jo, negro, rosa, blanco. "Sobre esos planos, las pinceladas se deslizan suaves, sutiles, fluyen libremente por el lienzo. Recorrerlas genera un placer que cuesta poner en palabras. El ojo va y viene en ese tobogán de sentidos. Se forma una flor, un florero, un fragmento de hoja, todas excusas para que el pincel se siga deslizando. Luego, muestra otro perfil de la artista cuando agrega: "Generosa, desde 1982 gestiona una serie de proyectos que involucran a otros artistas" Hay en la muestra una copa también con flores de una serie de una década anterior, pero está invadida por centenares de hormigas. Paola Vega cuenta que "tan sólo 16 escalones separan su taller de su bar, Hormiga, donde Yiyú prepara tragos y brebajes. Alquimista de colores y emociones, de sensaciones, de gustos".

Entonces aparece la identidad de una artista como maestra y también sanadora. De este modo se entiende la complejidad y el genuino significado de la muestra y de las cuestiones que puede aportar el arte en tiempos difíciles. Yiyú Finke. En su provincia ha sido definida como una “alquimista de olores y emociones, sensaciones y gusto”.