IRINA KIRCHUK

la polideportiva parabólica

18


SEP

16


OCT

Momentáneamente, las visitas se
efectuarán con cita previa.

Milagro Carón Tamborenea
© Septiembre 2021

No te gastes

No es exactamente un camino lo que estás siguiendo. Aunque si caminás, cualquier espacio se transforma en uno. Obvio. Siempre te impresionó el olor de las paredes y las distancias en relación a tu cuerpo. Hay paredes que se te pegan como imanes, están demasiado cerca y otras que de tan altas y lejanas te dejan demasiado en el centro.

También es importante atravesar el espacio al caminar. No el espacio espacio, sino el aire. Tu obsesión por el espacio y el aire es otro de los temitas que tendríamos que trabajar. Y eso del centro, sí, también. Vos qué te pensás ¿“el centro del universo”? Se dice así de fácil y pensar que quemaron gente por hablar del centro. Qué loco que hasta Ratzinger se metió en una discusión que empezó en el siglo XVII y le quería dar la razón a la inquisición y no a Galileo. ¿Entendés?

Ah, lo del aire, sí sí. Es una combinación de gases. Ya no me acuerdo cuáles nombraste pero nitrógeno, seguro. De lo que hablabas era de la idea de la resistencia. Porque es como que el menor movimiento ya es resistencia. Pero no del cuerpo sino del aire. Al principio no te explicaste bien. Igual, lo lindo es la idea de resistencia. Después empezaste con lo de la fuerza de arrastre que es distinta a la de movimiento y ahí todo se volvió de nuevo complicado. Lo lindo eran las palabras: resistencia, arrastre. Y después, no sé qué de la fuerza y el movimiento y el peso y la velocidad… No podés dejar de explicar cosas y la cagás porque, al final, te enroscás y ya no disfrutás, ¿entendés? No sé, quédate con la idea de resistencia y listo. O con la de la arrastre.

Como cuando me contaste lo de Bataille. No sé. De chico lo asustaban las formas de las chimeneas de fábrica, con ese humo negro que salía de los tubos para unirse con un cielo inmundo. O cuando el propio Galileo descubrió que la idea de la perfección de Aristóteles era errónea por ver que la luna tenía montañitas o el sol manchas y entonces se armó flor de quilombo porque parece que Aristóteles decía que los cuerpos celestes eran perfectos. Eso es genial. No sé, a veces no se necesita saber nada más, ¿entendés? Con ese datito tenés toda una historia. Sí, es verdad, en un punto, el conocimiento es gente mirando alguna boludez, sintiendo frío o calor, escuchando un ruido, ¿viste? Es como re simple y pensar que, nada, después, sufren un montón, obvio. ¡Claro! Hubo gente que tuvo que adjurar para que no la maten, se suicidan, se exilian, no sé, y pensar que todo salió de eso, un momentito ridículo, mínimo, que te hizo explotar la cabeza.

¿Viste que cuando ves a alguien viendo algo inmediatamente querés saber lo que ve y querés imitar la mirada? Es como cuando escuchás un ruido y todos miran para el mismo lado. Algo así. No es exactamente eso pero… Igual, lo importante es que aunque querés mirar lo mismo nunca es lo mismo. Lo que te interesa es mirar para el mismo lado. Eso es lindo. ¿Viste en la tele cuando muestran al público en un partido de tenis? Las cabecitas se mueven igual siguiendo a la pelota. Sale naturalmente y al mismo tiempo es lo que hay que hacer para seguir el partido y cuando la pelota se detiene ahí entra el caos y las miradas ya se descontrolan. Cada quién mira lo que se le canta o no. No es todo tan consciente, obvio. Vos crees que no hay control en la mirada salvo cuando tenés que seguir la pelotita. Ah y claro, también está el ruido de la pelota en las raquetas y el silencio cuando cae en la red. Eso sí que es una metáfora.

Te gustaría ser capaz de escribir los ruiditos del mundo. No hay nada que no tenga ruiditos, obvio ¡Qué difícil! No, no son las onomatopeyas, son los ruiditos. Sería más fácil hacer un poema que tratar de explicar esto de los ruiditos. Pero se entiende. En todo hay algún ruidito. Eso de que el silencio no existe pero más profundo, más sobre el ruidito. El ruidito de la cosa, algo así. No. Ni te gastes, es re complicado. Es mejor hablar de la imposibilidad del silencio pero, no, vos querés hablar de los ruiditos. ¿Cómo se escriben los ruiditos del mundo? ¿Habría consenso? No, no querés grabar los ruiditos. Querés ser Mayakovski o Baudelaire pero de los ruiditos. No, ni te gastes.

OBRAS

PRENSA

Caterina Calcagno
Cachengue Magazine

EDICIÓN DIGITAL
16 Noviembre 2021

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Pienso en lo pésimo que se usa la palabra “literalmente” en lo cotidiano. Literalmente me morí de amor, escucho decir de la boca de la persona que “murió”. No quiero ser quien arroje la primera piedra pero me gustaría que las palabras se usen con más precisión, hilando fino, dejando menos espacio a la libre interpretación, cubriendo hasta llegar al mínimo umbral de error. A los artistas se les suele pedir implícitamente justo lo contrario: que nos hagan pensar, desde su obra, los potenciales disparadores sociales y artísticos. Irina Kirchuk con su muestra La polideportiva parabólica, expuesta en Galería Sendrós, propone un trabajo que apunta al sentido común, a la obviedad, a las miradas comunes, “Yo creo que todo arte es concepto. No hay un arte que es conceptual y otro arte que no lo es, esa división que quizás sirvió en algún momento de la historia para cierta clasificación, me parece anticuada. Lo que sí puedo decir de mi trabajo es que hay una expresión directa de esa “interpretación”, de una idea o concepto”. La polideportiva parabólica se completa con un texto ficcional titulado No te gastes que viene de la mano de la salteña Milagro Carón Tamboronea. Un texto que hila fino y que con mucha gracia juega a interpretar el pensamiento de una artista. Milagro escribe: También es importante atravesar el espacio al caminar. No es espacio espacio, sino el aire. Tu obsesión por el espacio y el aire es otro de los temitas que tendríamos que trabajar. Y eso del centro, sí, también. Vos qué te pensás ¿”el centro del universo?” Se dice así de fácil y pensar que quemaron gente por hablar del centro. [...] Te gustaría ser capaz de escribir los ruiditos del mundo. No hay nada no tenga ruiditos. [...] ¿Cómo se escriben los ruiditos del mundo? ¿Habría consenso? No, no querés grabar los ruiditos. Querés ser Mayakovski o Baudelaire pero de los ruiditos. No, ni te gastes.

Irina cuenta con entusiasmo cómo piensa su obra, el entorno, cuáles son las próximas muestras y en el entusiasmo también hay serenidad, la de una persona que reconoce su propio trabajo pero se sigue emocionando con lo próximo, con lo que todavía no vino. Entre diciembre de este año y febrero del que viene, inaugura una muestra en el Di Tella que está preparando hace dos años, “Estoy armando algo bastante diferente a las muestras y las obras que venía haciendo hasta ahora, con Carlos Huffman como curador. La muestra en Di Tella significa para mi carrera un momento importante”. Kirchuk seguirá buscando interpretar el ruidito porque Mayakovski no necesita ser.

¿Pensás tu obra con respecto al entorno? En cuestiones de adaptabilidad, ¿primero es la obra o primero es el contexto?

El entorno es un punto central cuando se trata de una instalación individual. Distinto es si se trata de una muestra colectiva o de cuestiones que exceden al artista. El entorno y la arquitectura es un punto de partida para pensar una exposición específica. Pienso qué planteo especial me gustaría hacer según la arquitectura del lugar, según lo que suceda en el lugar, la historia de ese lugar, la circulación de personas y su diseño de espacio original. Me gusta generar una especie de ecualización entre la situación instalativa que plantee y el espacio. Por ejemplo, en la muestra de Sendrós me parecía fundamental potenciar ese espacio galpón, mini-club que tiene la galería, entonces no quería generar una situación de luces puntuales y dramatismo sino que quería que todas las luces estuvieran prendidas, que la ventana estuviera abierta, que haya una vinculación con el patio de atrás. A partir de la forma agalponada que le veía a la galería pensé en esta idea de polideportivo, de gimnasio y, a partir de ahí, empecé a trabajar en las esculturas que pensé con un diagrama espacial específico.
En términos de arquitectura, yo la pienso como pienso un objeto: como aprovecho la forma de un objeto, aprovecho la forma de un espacio. Pienso al espacio como un objeto. Por eso en La polideportiva parabólica pensé en un eje central, porque me parecía que la perspectiva del lugar lo daba, pensé una vectorización en el piso a través de líneas tipo gimnasio que señalen las perspectivas del lugar y pensé en la ventana del fondo como un elemento que jamás podría tener si tuviese que tener un marco con un vidrio de siete metros de ancho. Es aprovechar lo que el espacio me da en términos de elemento: igual que cuando hago una obra con un ventilador, la obra de la ventana es una ventana.

¿Cómo fue recibida la obra bajo el concepto de lo reconocible? Entrar y que parezca un gimnasio, la manguera, el ventilador. Y que a su vez no es algo "puesto" sino que tienen una intervención que también se ve muy claramente.

La manera en la que yo hago esculturas tiene que ver con la idea de reconocible/irreconocible, de descubrimiento, de encontrarse con un escenario del que uno se puede sentir parte, que uno puede -valga la redundancia- reconocer. Es uno de los puntos, en varias de mis muestras, que me interesa desarrollar: el trabajo de ecualizar la arquitectura del lugar con la obra, de generar una arquitectura que ya se vio en otros lados y, a partir eso, desarrollar una idea más surrealista, delirante, animada, enloquecida. O sea, generar una obra a partir de ese gesto que existe en el objeto en sí, como el viento de un ventilador, el movimiento de la manguera, el calor de la estufa, el salto en pique de las pelotas, el trayecto invisible de dos raquetas. Todas las obras centrales de la muestra tienen un carácter más narrativo y, por ende, más recorrible, porque parten de esa narración. Las esculturas tienen diferentes historias, diferentes aspectos: en algunas me interesa mostrar el fenómeno físico invisible del movimiento. En el caso de las obras de pared, que son más abstractas, son composiciones geométricas a partir de círculos que tienen un sistema de ruleman que les permiten moverlas y no tienen la cuestión narrativa tan evidente pero sí tienen que ver con la idea de movimiento precario, manual, de sistema. Aparece la idea de sistema, por eso armé una pared donde hay seis círculos en conjunto como si fuese un engranaje de partes (volantes, timones) y en la pared más grande donde están los círculos separados de gomaespuma, nácar y plástico quise hacer una máquina imaginaria de microscopía donde sucede una cuestión pseudofuncional. La diferencia entre las obras circulares y las del centro, tiene que ver con que el movimiento sucede de distintos modos y con una cuestión que es menos de una idea hecha forma sino que tienen una forma más abstracta.

¿Trabajás sola?

En general sí. Para La polideportiva trabajé con Carlos Segovia, un artista de Necochea, que me ayuda en algunas muestras específicas. Él es clave en la construcción de algunas piezas, me ayuda técnicamente a resolver algunos objetos. También trabajé con Mario Llullaillaco, un artista de Cafayate, para muchos detalles de obra, retoques y para la cortina con cascabeles. La ayuda es principalmente porque la escultura a veces con dos manos es imposible de construir, se necesitan dos manos más. Carlos Segovia me ayudó en dos exposiciones en Buenos Aires. En el exterior a veces tengo ayuda, a veces no porque de repente se dificulta por la diferencia idiomática.

¿Qué no delegás?

En todo lo que tiene que ver con el color trabajo super sola porque es lo único que no me gusta delegar, me gusta hacerlo a mí.

¿El trabajo con la galería cuándo empezó? ¿Cómo surgió la posibilidad de exponer y pensar la obra en Sendrós?

Alberto Sendrós se comunicó conmigo prepandemia, cuando pensó en la apertura de su galería en esta segunda etapa me convocó para ser parte del grupo de artistas que quería representar. A partir de eso pensamos una fecha que se retrasó por la pandemia.
El proyecto de muestra para la galería lo pensé de cero, sin ningún curador ni diseñador de espacio. Quise trabajar sola en todos los aspectos más conceptuales y la galería me dio mucha libertad para pensar lo que yo quería, el despliegue en el espacio.

Me contaste que ahora estás terminando una obra para la Fundación Fortabat, ¿ya tenés próximas muestras en mente?

Estoy terminando una obra para el Premio Fortabat. La obra ya está lista, estoy terminando un sistema de montaje fuerte porque la obra es muy pesada, son dos vidrios de dos metros, eso es una muestra colectiva. Mañana (N. de R: a Irina le entrevisté el lunes 15 de noviembre) participo de otra muestra colectiva del Premio Klemm. La próxima muestra es en la terraza del Di Tella. Es muy, muy importante porque es una muestra al aire libre que va a durar un año, con obras preparadas para la intemperie, algunas participativas, de acceso público. Así que estoy con mucho trabajo en este último periodo del año
Para abril del 2022 tengo la invitación de hacer una especie de residencia con una obra, quizás al aire libre o quizás en sala, no estamos seguros todavía, en el Museo GAMeC de Bérgamo, Italia. Otro proyecto que se pospuso por la pandemia y ahora se va a realizar.

¿La polideportiva va a estar en sala hasta fin de mes o pensaron en estirar unos días?

La polideportiva parabólica va a estar en sala hasta el viernes de 19 de noviembre. La galería va a estar abierta jueves y viernes de 14 a 19.

Ana Martínez Quijano
Ámbito

EDICIÓN DIGITAL
27 Octubre 2021

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En la galería de La Boca Alberto Sendrós, la artista Irina Kirchuk (1983) exhibe la muestra “La polideportiva parabólica”. El arte de Kirchuk está hecho de sensaciones y se sirve sin prejuicios de casi todo; en esta ocasión, del deporte de un club de barrio. Al ingresar a la sala, las líneas blancas y azules dibujan en el piso las áreas que definen los límites. Unas pelotas color rosa aparecen detenidas en la trayectoria de una curva parabólica, del mismo modo, dos raquetas separadas por un arco de metal abren el espacio del juego. Ubicado estratégicamente en la pared, un cesto alcanza para adivinar el lanzamiento de la pelota. Todo está quieto, pero a pesar del movimiento congelado, se percibe el dinamismo.

En el medio de la sala, se levanta una gran luminaria, la “Torre central”. Realizada con varios termotanques superpuestos de diversas medidas y pintados de azul, la torre mantiene el aspecto de un elemento de origen industrial y está coronada por un círculo de neón que irradia su luz azulada. Los círculos se reiteran en las ruedas de la fortuna de colores rojo, turquesa y naranja, que invitan a manipularlas y hacerlas girar con un sistema de engranajes. Un simple ventilador llamativamente verde exhibe entretanto su función: el aire que hace circular está representado a través de los círculos de su carcasa que flotan como el viento en el espacio. Con ese mismo recurso, unas bandas de aluminio configuran el calor que sale de una estufa. “Las esculturas plantean los esquemas del movimiento detenido. En esta especie de futurismo precario, cada obra representa una acción detenida en el tiempo”, reitera Kirchuk.

El sentido

La línea, recta o flexible y ondulada pero siempre nítida, dibuja la forma de las cosas y relata el sentido de las obras con exactitud. La línea de una manguera sinuosa se eleva por la presión del agua que está a punto de salir y de inmediato, en el contexto del barrio de La Boca, se vuelve clara la alusión a las casas con jardines y la rutina del riego. En esta ficción visual de un campo deportivo todos los elementos están concebidos como obras de arte. El color artificial de los objetos determina que esta instalación escenográfica se perciba como una pintura Pop. Y con estas características de estilo ejerce su potente seducción estética. Las tres pelotas color rosa evocan la obra “Equilibrium Tanks” de Jeff Koons. Luego, detenerlas mientras recorren la parábola es un recurso conceptual que facilita, además, la contemplación del espectador. Resulta imposible dejar de imaginar entonces, el preciso instante en el cual esa energía detenida se libera y todo comienza a moverse. Ese shock es un sueño, una quimera imposible. Pero, no obstante, la irrupción del movimiento es una realidad, una presencia latente, provocada por la tensión óptica que genera la exposición. Allí mismo la obra se abre a la interpretación: se escucha una respiración agitada, los sonidos de las pisadas del jugador que tira la pelota al cesto y hasta es posible ver la musculatura trabajada de sus brazos curtidos por el sol.

Finalmente, en el fondo de la sala, un inmenso ventanal cubierto por unas cintas a modo de cortina, ostenta en degrade de tonos lilas y rosados. Desde las cintas cuelgan unos cascabeles y si bien la obra recuerda los cortinados de cuentas rojas y blancas de Félix González Torres, la artista aclara que es un homenaje a la alegría que deparan los “Penetrables” de Jesús Soto. La felicidad deportiva está allí representada y, cuando se abren las ventanas, la cortina desafía el estatismo, se balancea con el viento y emite un sonido hipnótico.